viernes, 25 de febrero de 2011

Capítulo 6: El regreso.

Mis ex-compañeros de curro y yo
Siento mucho la tardanza. Pero bueno, ahora os vais a fastidiar y leer una parrafada monumental. Es lo que tiene, por mi parte, haber tardado tanto en actualizar, y, por la vuestra, meterme prisa para ello. Pensaba hacerlo en dos actualizaciones... pero bueno, si puedo llegar a contar hasta este mes, mejor que mejor.

Máquina expendedora de pizzas
Nos habíamos quedado en una frías y blancas-por-momentos navidades inglesas. Penny se fue a Asturias, como ya comenté en la anterior actualización, y, como también dije, me quedé solito. Es lo que tiene tener solo un amigo en estas tierras. No preocuparse, pues mi precioso netbook Hannspree me hizo compañía. Tras, misteriosamente, cambiar mi horario a uno más nocturno (me levantaba sobre las 15:30, oscureciendo ya si no había oscurecido del todo, y me acostaba entre las 7 y las 9 de la mañana, a veces, sin siquiera haber amanecido) y pasando algunos días sin ver ni una pizca de luz solar, empecé un proyecto de colección de películas. ¿Sabéis esa típica colección de películas que tanto amas y que siempre quieres tener? Pues, aprovechando una racha de conexión bastante buena, logré conseguir gran cantidad de películas en poco tiempo (la saga entera de Harry Potter en menos de doce horas, contando con que algunas están separadas en dos o tres archivos).

Lna en Cool Britannia
(con alabardero incluido)
Viendo películas y tratando de acostumbrarme infructuosamente a un horario más "normal", llegó Nochebuena. Mis planes, como era de esperar, consistían en quedarme en casa, hasta que el gerente del Kitchin N1 me llamó la tarde del 30 de diciembre para, además de decirme que no me llamó para cubrir turnos porque no tuvieron apenas clientela, invitarme a la fiesta de Año Nuevo del staff del restaurante. No cabiendo en mí de gozo, me presenté al día siguiente a las 23:00 en mi antiguo trabajo para disfrutar de la fiesta con mis agradables compañeros de trabajo. Sorpresa para mí fue darme cuenta de que, todos los que estaban, estaban cubriendo un turno, y nadie iba a estar libre por ahora, así que me tocó pasar una hora solo en el bar de la parte de atrás. Una cerveza y medio mojito más tarde, llegó la medianoche con su consecuente cambio de año. Si estabais esperando uvas, lo lleváis claro. Una cuenta atrás por parte del DJ nos llevó a efusivos abrazos y apretones de mano entre todos, conocidos, desconocidos, compañeros de trabajo o gente que había pasado el cambio de año en ese mismo sitio.

Chinatown en Año Nuevo
Después de eso, cómo no, la fiesta comenzaría. Música muy alta, bebida, todos alegres cantando y bailando. Tras un segundo mojito, y habiendo llegado las 2 de la mañana, conseguí que mi jefe me pagase el dinero que me debía (y con el cuál, podría comer y esas cosas). Fui al McDonalds de la vuelta de la esquina, me compré mi cena para llevar y me fui a casa. Olvidé mencionar, pero lo puedo encasquetar aquí, que en Londres, el metro está abierto toda la noche y que, desde las 23:00 hasta las 4:00, es gratis. Contento, me fui a casa a vivir mi vida pseudo-hikikomori. Como no podía dormir, me puse al día con mis series favoritas dejadas a un lado.

El Kakapo, animal entrañable
Los días pasaron y me conciencié para ir a hacer los papeleos de las ayudas del gobierno. La primera, y esencial para la segunda, fue el Jobseeker's Allowance (el paro, como yo lo veo y creo que es (corrección si me equivoco)). La segunda, la ayuda del alquiler, el Housing Benefit. Tras días de vueltas y jaleos de papeles y cartas y llamadas por teléfono con gente que pronunciaba peor que mi profesor de 1º de la ESO (y manda narices, creedme; cuando le preguntabas qué significaba una palabra te respondía, literalmente, "chirch in llur dichonari", como suena), conseguí terminar los papeleos. Ahora, y cada dos semanas, me llega el dinero íntegro del alquiler (aunque el que solicité, y el más acorde con mi situación, eran en realidad 15 libras menos, pero me activaron Dios-sabe-qué protección de no-sé-cuántos y tengo el dinero total del alquiler hasta entrado mayo, si no entendí mal). El dinero del paro es, en realidad, la mínima cantidad que el gobierno puede darte sin sentir remordimientos por que te mueras de hambre; ésto es: te dan lo suficiente como para que puedas reptar de tu casa a la tienda... pero olvídate de usar el metro todos los días o no comes. No hay miedo, puesto que puedo vivir con lo mínimo (mis años de sedentarismo me han proporcionado una bolsa de reserva (a.k.a. tripa) con la que puedo aguantar tiempo). Ahora, como prometí, adelgazaré drásticamente (nah, no será para tanto, pero bueno, con las ayudas estas me puedo permitir buscar un trabajo más tranquilamente (aunque no tanto) y trataré de ahorrar para gastar en Camden).

El Ayuntamiento de noche
Febrero empezó y, tras unos días, el casero me llamó para decirme que, esa misma mañana, me iba a cambiar la cama. ¿El por qué? Porque sí. Su excusa fue que llevaba tiempo queriendo poner una cama matrimonial en esa (mi) habitación y que ahora iba a hacerlo. Es decir, que tuve que renunciar a un soporte de cama infestado de chinches y a un incómodo colchón de muelles por una cama matrimonial baja con colchón de espuma... Creo que lloraré de dolor, o algo así, quizá... mañana, si eso... Y cuando la esperanza parecía perdida (desde meses atrás), un rayo de luz impactó en mi vida, y en la de alguien más. Por avatares del destino, las piezas del puzzle encajaron. El lunes 7 de febrero a las 17:15 (pasadas, más bien) Lna llegaba a la estación Victoria, con la promesa de quedarse cerca de dos semanas en la ciudad. 

Old Bailey y
la señorita Justicia
Los primeros días hice con ella más turismo del que hice por mi propia cuenta. Visita obligada a Piccadilly Circus, Soho, Chinatown y Oxford Street. Nos recorrimos el museo de Historia Natural, caminando entre esqueletos de dinosaurios ((no os podéis hacer una idea de el MIEDO que da el animatronic del Tiranosaurio Rex. Sí, mide mucho menos que en la peli, y no ruge de la misma forma... y se nota que es un robot... pero si logras aislar esos detalles, hablando en plata, te cagas encima)) y mini visita al Museo de la Ciencia, al que no prestamos gran atención. Bajo una asquerosa lluvia (que parece que me acompaña cada vez que planeo estos planes), llegamos a Camden, visitándolo de arriba a abajo, perdiéndonos en los establos, dando vueltas por los mercados y parándonos casi en todas las tiendas. También compramos un tinte semipermanente de color mandarina, que esperábamos que funcionase, pero no hubo forma. El fin de semana llegó y, con ello, uno de los planes que más cambiaría mi perspectiva de todo: My Chemical Romance recomenzaba su World Contamination Tour en Londres el sábado 12 de febrero. Decididos, con comida y vestidos para la ocasión, Lna y yo llegamos la noche del viernes a la sala de conciertos Wembley Arena. Ilusos, nos he de llamar. Imbéciles, en realidad. Podría seguir con una retahíla de insultos bien merecidos, pero prefiero explicar la situación para que entendáis el por qué. ¿Cómo iban a saber dos chiquillos inexpertos que, haciendo cola desde dicha hora, lo mejor es llevar objetos de supervivencia? Claro, ninguno nos habíamos quedado desde esa hora haciendo cola jamás, y ninguno conocía las adversas condiciones del clima londinense en febrero. Benditos sean los que iban delante de nosotros, por dejarle a Lna una chaqueta de plumas un rato para resguardarse del frío (yo me lo comí a palo seco) y un paraguas enorme para resguardarnos de la incansable lluvia nocturna (mi miniparaguas no era solución). Habría adorado eternamente como a un dios a aquella persona que nos hubiese traído una tienda de campaña, un saco de dormir o, incluso, una manta...

Shakespeare's Globe
La noche más larga de la historia, por lo visto. O eso parecía. Calados hasta los huesos y sin haber dormido nada (30 minutos, mi récord, sentado y agazapado sobre mí mismo, abrazando mi bolso y apoyando la frente en él), nos dispusimos a encontrar una cafetería donde poder tomar un café e intentar calentarnos y no morir de hipotermia. Tras el café y secándonos lentamente a medida que la temperatura "aumentaba" (pasar de 2ºC a 4ºC es aumento, aunque no lo parezca) intentamos soportar el día y las horas que aún quedaban por delante. Para los que estéis al tanto, hace dos años comenzamos un musical llamado "Todos me miran", que no ha dejado de evolucionar junto con nosotros. Pues bien, pedía remodelación y eso empezamos a hacer: logramos maquetar y terminar una nueva canción (no, si tiempo de sobra había). Tras mil paseos, viajes al McDonalds más cercano (lejos), movimientos hacia el sol que escasamente aparecía, y abrir y cerrar el paraguas para resguardarnos de las intermitentes lluvias, llegaron las 17:00. Con la promesa de dejarnos entrar al baño del Wembley Arena, fuimos a la puerta, pero nos echaron como perros sarnosos, con la excusa de que el McDonalds estaba cerca (no lo estaba). Corriendo como pudimos llegamos a dicho restaurante de comida rápida al que le hago publicidad sin quererlo (prefiero Buerger King, hoyga). Haciendo cola para ir al baño, tardando mucho, volvimos corriendo a nuestro sitio en la cola del concierto, puesto que la hora de apertura de puertas (18:00) se aproximaba. Cuando llegamos, la gente se había movido y estaba medio empujándose y todos pegados los unos a los otros (y lo bueno de conocer gente al hacer 19 horas de cola es que te recuerdan y te dejan tu sitio intacto). ¿El problema? Mi miniparaguas y la bolsa con dos Kinder Bueno, bolsas de patatas, dos Coca-colas y dos Relentless (Red Bull chachi) se habían perdido entre la multitud. No era hora de buscar. Sacrificios necesarios. Y las puertas se abrieron.

Lna agazapada en primera fila
Claro, servidor llevaba su bandolera, así que tuvo que pararse a que le registrasen el bolso. Luego, la gente le empujaba fuera del camino. En uno de los controles le empujaron y un guardia le retuvo unos segundos alegando que era culpa de dicho chico que solo quería llegar cuanto antes a primera fila. Pero no, llegó a segunda, justo detrás de Lna, que al no llevar peso alguno, tenía libertad de movimiento y se había aferrado tiempo ha a la valla de contención. Daba igual, estaba en buen sitio y nos mandaron sentarnos en el suelo (aún quedaba más de una hora de espera). Cuando el ambiente se empezó a caldear (literalmente), todos estábamos de pie, y esperando por fin a los teloneros. Pero antes de que éstos pudiesen salir, comenzaron los desmayos. Chicas jóvenes, en su mayoría, que, sin poder aguantar la presión de la gente y el incipiente calor de la sala, se empezaban a encontrar mal y pedían (si es que no se habían desmayado todavía) a los seguratas de detrás de la valla que las sacasen. Los teloneros aparecieron y , sinceramente, me parecieron espectaculares (Lost Alone, se llamaban). Más desmayos, primeros empujones... Me hacía gracia las chicas a mi alrededor que me miraban mal, me daban ganas de gritarles, de muy mala manera, que no era yo el causante de sus daños sino otra víctima más. Los segundos (sí, habéis leído bien, segundos) teloneros aparecieron (Blackout, no eran del todo de mi gusto, aunque tampoco pude apreciarles, a continuación el por qué), pero mi miedo se hizo palpable. Los seguratas repartían vasitos de plástico con agua, y aún llevando 3 prácticamente seguidos, no paraba de sudar. Tenía miedo de sentir eso, ese agobio de no poder respirar, tener mucho calor. Además, las 19 horas incómodas pasaban factura; encima cargando con la bandolera negra de cuero, cargada con ropa tanto de Lna como mía, que me destrozaba la espalda. Y en un esfuerzo inhumano y demasiado decisivo como para poder explicarlo, llamé la atención de un segurata para que me ayudasen a salir de ahí.

Alan Williamson, bajista de Lost Alone
(y el segurata majo que me ayudó) 
Sí, lo habéis leído bien. Tras 19 horas de cola, aguantando adversidades climatológicas, gente idiota en la cola y agotamiento físico y psicológico, tuve que rendirme a un ataque de demofobia (que creía bastante superada, pero, por lo visto, sigue siendo parte de mí). La cara de Lna al verme salir es indescriptible. Si los gorilas que me sacaron me hubiesen dado tiempo para explicar las cosas, no habría dicho "No te preocupes, nos vemos luego" mientras me empujaban (y de mala manera, desconsiderados). Salí al pasillo, respirando por fin un aire más puro y sintiendo el frío del lugar, aún empapado en mi propio sudor. Pregunté a una segurata sí podía volver a entrar, pero no me entendió o yo-qué-sé-qué, pero la pobre no me ayudó nada (vale, yo directamente, al pensar que estaba fuera completamente, pregunté si tendría acceso a un asiento por haber salido en esas condiciones). Preocupado por no saber si podía volver a entrar y ver por fin a MCR en concierto, avancé un poco y pregunté a otro segurata. Éste, más calmado y con más conocimiento del Idioma de la Reina, me dijo que tenía acceso al Standing Area, zona correspondiente a mi entrada, y que para volver a entrar solo tenía que... eso, volver a entrar por la puerta. Con cara de poker debido a mi supina estupidez incurable, me dirigí escaleras abajo para volver a la zona en la que estaba, aunque, obviamente, mucho más atrás... pero oye, qué fresquito se estaba, qué bien se respiraba. Además, había un minibar donde compré agua (no, los seguratas no me dieron agua de la que salí). Me senté en el suelo mientras Blackout, a los que había dejado de intentar apreciar, terminaban su espectáculo. Entonces, las luces se encendieron y vino el descanso. Pero después las luces se atenuaron. La pantalla de encima del escenario (no visible desde las primeras filas sino desde las butacas y parte de atrás del Standing) comenzaba a proyectar imágenes de la nueva historia postapocalíptica del grupo. Imágenes de los videoclips, de los integrantes del grupo, slogans y otros actores del reparto de personajes de dicha historia. Y las luces se apagaron por completo.

La pantalla con la primera imagen
(sale borrosa por mis nervios, ¿vale?)
Como era de esperar, mientras alguna luz se filtraba detrás de telón y brillaba intermitentemente por toda la sala, sonaba la introducción de su último CD, llamada "Look Alive". Y, por supuestísimo, a continuación y tras una espectacular caída de telón (al menos, desde atrás, lo fue), "Na Na Na (Na Na Na Na Na Na Na Na Na)" empezaba a sonar. TODO el mundo estaba cantándola. Yo solo daba saltitos y gritaba como el que más, viviendo cada una de las notas que llegaban hasta mí. Para mi sorpresa, el concierto no se centró en el Danger Days: The True Lives Of The Fabulous Killjoys, sino en un remix de los 4 CD's. La setlist, salteada, claro, fue:

  • Bullets: Vampires Will Never Hurt You y Our Lady Of Sorrows.
  • Three Cheers For Sweet Revenge: Helena, Give 'Em Hell, Kid, I'm Not Okay (I promise), The Ghost Of You y Hang 'Em High.
  • The Black Parade: Welcome To The Black Parade, Cancer, Mama, Teenagers y Famous Last Words.
  • Danger Days: Look AliveNa Na Na (Na Na Na Na Na Na Na Na Na), SING, Planetary (GO!), The Only Hope For Me Is You, Party Poison, Summertime, DESTROYA, The Kids From Yesterday y Vampire Money.

Gerard Way, cantante de MCR,
en pantalla
Increíble, vamos. No estuve en primera fila, ni siquiera cerca del escenario; desde donde estaba, sus caras eran borrosas, y a veces era mejor ver la pantalla de arriba, que ni siquiera era enorme. Sí, me arrepiento de haber salido del sitio, aunque la verdad, mi salud peligraba y quería disfrutar del concierto, no estar inconsciente. Y, por supuesto, me arrepiento de no haber estado al lado de Lna durante el concierto, porque habría momentos demasiado fuertes para nosotros (recordemos que tenemos una conexión bastante profunda en muchos aspectos, y en MCR es bastante tangible... desde cantar juntos de Black Parade de pe a pa como  seguir juntos el Danger Days desde su nacimiento). Pero igualmente, lo disfruté como nadie. Tenía espacio para mí, aire respirable a mi alrededor. Grité las canciones y lloré en determinados momentos. Me llenó, me cambió y no me decepcionó. El único problema es que, o lo asimilé demasiado bien, o aún no lo asimilé, pero bueno, no preocuparse.


Inicio del concierto
(ODIO cuando mi cámara no enfoca
bien y sale borroso todo lo lejano)
Cuando el concierto terminó, la gente empezó a dispersarse, y mi carrera contrarreloj había comenzado: tenía que encontrar a Lna antes de que saliese de allí. Como pude me hice paso hasta la primera fila, y tras dar un par de vueltas, la encontré. Le expliqué lo que había pasado y nos dimos cuenta de que podemos leernos la mente o, al menos, intuir lo que el otro quiere. Yo no quería marearme más y salí, fui a la parte de atrás y disfruté del concierto. Ella intuyó que, por la demofobia, tuve que salir, y que estaría cerca, y luego la buscaría, así que se quedó en primera fila, como yo esperaba que hiciese, para disfrutar del concierto. Molamos, eso es cierto. Ambos medio afónicos, salimos del local buscando aire más respirable y forma de volver a casa. Penny nos dio pistas, pero bueno, al final optamos por otros medios. Cogimos un bus hasta Piccadilly Circus, y de ahí otro a casa. Al llegar, unas pocas pringles que quedaban en un bote, nos dieron la vida. Dormimos, no solo felices por haber estado en ese pedazo de concierto, sino también por disponer de una cama blandita y de un sitio cálido y seco donde descansar.

¿Quién es ese chico sexy con
ese flamante abrigo nuevo?
Por el Soho, además de una decente comida en Misato, restaurante de mi corazón, conseguí encontrar un paraguas grande con la Union Jack, sueño mío desde hace un tiempo y, además, necesario por la reciente ausencia de mi pequeño paraguas y las constantes lluvias británicas. Volvimos a Camden (pero esta vez no llovía, mira tú), a la primera tienda a la que habíamos entrado la vez anterior, donde tendría que buscar un abrigo largo precioso que vi el primer día (y donde Lna esperaba que me pusiese a ligar con un chico que trabaja ahí). Regateando logré que el precio del abrigo descendiese un 60%. También me probé unos pantalones, pero tengo decidido adelgazar antes de volver a intentarlo (y no, no ligué con el chico ese). Más turismo... El palacio de Buckingham, Hyde Park, Old Bailey, Tower Birdge, Millennium Bridge... Los días pasaron y Lna tuvo que marcharse. Pero bueno, era de esperar que nuestros caminos volviesen a separarse una temporada.

El escudo de armas real
Y desde entonces, no mucho ha pasado. Ahora que tengo las ayudas, puedo dedicarme a buscar un trabajo decente (aunque sigue primando la necesidad). Mis planes futuros, además de seguir buscando un empleo estable, decente y remunerado, es adelgazar. Demasiadas tiendas en Camden y demasiadas prendas llamativas. He localizado dos especializadas en trajes victorianos y steampunk... cuando el presupuesto me lo permita, sé dónde gastarlo.

Y ahora, ¿contentos? Ya he actualizado el blog, ya os he contado mi vida. Intentaré no tardar tanto entre actualización y actualización, pero también tenéis que entender que, sin una vida interesante, las entradas de un blog como éste son absurdas. Así que, una de dos, o tardo más en actualizar, o intento vivir la vida.
Mejor lo segundo, diría yo.

Y sin más parrafadas, me despido por ahora. Saludos desde Londres. Intentaré actualizar antes del 22 del mes que viene, que, como muchos sabréis (y si no, ahora no tenéis excusa) este cronista cumple 22 años (Aww yeah! Mi 22-22).


Stand behind the yellow line.